Un interesante descubrimiento ocurrió en
1419, cuando el príncipe Henry introdujo las primeras variedades de uva provenientes
de Candia (Grecia) en Portugal. La necesidad de abastecer de vino a los barcos
que iban del Atlántico al Nuevo Mundo y las Indias hizo que el vino de Madeira
(Islas Portuguesas del Océano Atlántico), se fortificara para que pudiera tener
una vida mayor. A causa de la devolución en un viaje de ida y vuelta a las
islas, de un lote del producto que no se vendió, los productores del Madeira,
se dieron cuenta que el sabor del vino cambiaba después de largos viajes por
mar. Ellos concluyeron que estos cambios se originaron como consecuencia
del bamboleo y de la exposición del producto a altas temperaturas. Hoy día, el
Madeira se reconoce por su único y característico proceso de vinificación, en
el cual el vino es calentado a temperaturas tan altas como 140oF por un extenso
periodo (estufagem) y además, de manera deliberada, se somete al vino a ciertos
niveles de oxidación en barrica.
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