jueves, 19 de junio de 2014

Leyenda del libro oculto


Este libro, como muchos otros libros esotéricos de nuestra biblioteca, habita más en la memoria colectiva de la leyenda que en los habitáculos cerrados y académicos de los eruditos. De todas formas, el libro existe, ya sea en el marco del mito o en el silencio prudente de los sabios.

Fuera del contexto mágico de la Edad Media, lejos de los rumores que mencionaban en voz baja el poder inconmensurable del libro, aparece William Godwin (1756-1836), autor de profundos estudios sociológicos como excelentes novelas góticas, como Las aventuras de Caleb Williams (The Adventures of Caleb Williams).

En 1799 William Godwin escribe una extraña novela llamada San León (St. Leon), obra en la que aborda en la leyenda de un libro terrible, cargado con hechizos, misteriosos encantamientos y filtros cuyos efectos conviene obviar en este informe. Godwin elude mencionar el título de este libro prohibido, asegurando que su nombre se esconde bajo la cubierta banal de un simple estudio sobre botánica, cuestión que no evitó que ésta mención indirecta fuese borrada en ulteriores ediciones de la novela.

St. Leon -y la leyenda- hablan de un libro que contiene una sabiduría demasiado grande y poderosa para caer en manos humanas, escrito por un iniciado rosacruz de Lyon, Francia, bajo los auspicios del obispo de Letrán. Allí se nos relata que toda la Orden de los Rosacruces se basa en la posesión y estudio de este libro maravilloso, cuyas páginas esconden el secreto de la vida eterna.

La novela, con su atmósfera poco convincente, tal como lo señala H.P. Lovecraft en su ensayo sobre literatura fantástica, apunta a desenmascarar la Orden de los Rosacruces exponiendo su verdad secreta: aquel filtro que otorga la vida eterna a cambio de una incesante corrupción moral y física, ya que para ser inmortal -señala Godwin- se debe estar preparado para aceptar las consecuencias.

Siguiendo con H.P. Lovecraft, éste señala que la atmósfera endeble de St. Leon, con la aparición repentina del mago Cagliostro en sus páginas, se debe a un asunto bastante normal: ocultar la verdad del libro secreto de los Rosacruces exponiéndolo únicamente ante quienes sepan desentrañar este primer desconcierto; y cierra su hipótesis señalando que los libros secretos no existen, por el contrario, que los libros, aún los libros prohibidos por su saber terrible, siempre encuentran el modo de llegar a las manos de unos pocos espíritus malditos.

No resulta asombroso que los Rosacruces tuviesen su cánon inmortal y que haya caido en las manos de un hombre de la talla de William Godwin; menos aún que éste haya decidido que la única forma de presentar sus misterios fuese aludiendo a ellos de un modo indirecto, novelizado en una historia que resulta demasiado indigna para su autor, acaso temeroso de la ira de los inmortales.

Fuente: Unifaweb.

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