En el primer capítulo de Espiral: El Código Pessoa, el protagonista Sebastián se despierta herido y se da cuenta que su novia Irene ha sido secuestrada. En este post presentamos el simbolismo que se esconde detrás este nombre.
Significado del nombre
Irene se deriva del griego Iría: Aquella que es de varios colores; del griego Eirene: Paz; del griego Iris: Mensajera de los dioses; del griego Eiro: Aquella que viene a anunciar, aquella que anuncia.
En portugués se le llama Iría, en gallego Irea.
En Portugal hay una región llamada Santarem: Santa Iria, virgen y mártir.
En celta el nombre se refiere a tierra laborable. En la tradición nórdica Irene es una guerrera celta.
En euskera Iri es villa o población.
Las santas Irene
Santa Iría fue martirizada en Tessalónica, Grecia.
Santa Iría (Irene) de Portugal es la patrona de la honra y la buena reputación.
Santa Irene tiene varias fechas en el santoral: 5 de mayo, 13 de mayo, 20 de octubre.
Poblados en honor a Irene
En Portugal se cuenta la historia de una Irene, joven noble de Nebancia. Era bella y piadosa. Un joven se enamoró de ella pese a que ésta había hecho voto de virginidad. Un maestro lo engañó al decirle que ella estaba embarazada. El enamorado enloqueció, la mató y la arrojó al río Tajo. Consiguieron su cuerpo en una orilla llamada Villa Scabilis, en lo que se llamaría Santarem.
En Galicia, en el camino de Santiago hay una Iría Flavia donde predicó por primera vez Santiago en España y allí fue llevado su cuerpo por sus discípulos.
Compostela se encontraba en el trazado de la vía XIX que unía Lugo con Iría Flavia.
Eirene en griego significa paz. Jerusalén significa paz (su símbolo es la rama de olivo).
La ciudad portuguesa de Tomar fue diseñada a semejanza de Jerusalén en un lugar que los templarios nombraron como Iría.
Oureana, la Fátima musulmana
Del libro La virgen de Fátima, de C. Barthas (Google books).
En 1.158, cuando la mitad de Portugal, desde el Tajo hasta el sur, estaba todavía bajo el yugo de Mahoma, una brillante cabalgata de hombres y mujeres musulmanes ricamente ataviados, salía la mañana de San Juan del castillo de Alcacer do sal, dirigiéndose hacia las orillas del ría Sado para entregarse al regocijo.
Iban alegremente, cuando de pronto salió de una emboscada un grupo de caballeros portugueses conducidos por el terrible Traga-Moiros (Traga-Moros) don Gonzalo Hermingues.
Ante tan repentino ataque se dispersa el cortejo; la mayoría de los caballeros caen combatiendo valerosamente, los demás son hechos prisioneros, así como las damas de la escolta, y conducidos a Santarem para ser presentados al rey, don Alfonso Henriques, fundador de la monarquía, entonces en guerra con los sarracenos.
El rey alaba la valentía de los suyos y pregunta al capitán qué recompensa desea.
-El honor de haberos servido, señor, y, como recuerdo de esta jornada, pido la mano de Fátima.
Éste era el nombre de la más noble y bella de las cautivas, la hija del valí de Alcacer.
-Bien –respondió el monarca-, pero con la condición de que la joven princesa acepte libremente nuestra santa fe y quiera ser vuestra esposa.
Fátima aceptó y después de haber recibido la instrucción conveniente, fue bautizada con el nombre de Oureana.
La boda se celebró y el rey dio a don Gonzalo, como presente de bodas, la ciudad de Abdegas, que se llamó desde entonces Oureana (Ourem, actualmente).
La bella princesa murió en la flor de la edad; don Gonzalo desolado se entregó a Dios en la abadía cisterciense de Alcobaça, recién construida por Alfonso I, a unos 30 kilómetros de Ourem.
Algunos años más tarde (1171) esta abadía fundó un priorato en un pueblo de la montaña vecina.
Fray Gonzalo, según algunas crónicas, fue enviado a aquella casa como prior.
Terminada la capilla, trasladó a ella los restos de su amada Oureana, los cuales, según se dice, deben de estar todavía allí, aunque no hay ninguna inscripción que identifique el lugar donde descansan.
He aquí cómo se explica, según la leyenda, la consonancia puramente árabe de estas tres sílabas: Fátima.
El convento subsistió hasta el siglo XVI; la capilla, todavía en pie, ha venido a ser, a través de varias transformaciones, la iglesia parroquial actual.
En cuanto a Ourem, la antigua fortaleza, en lo más alto de la colina, y en el llano se ha construido una nueva cabeza de partido, Vila Nova de Ourem.
Cova da Iria: donde apareció la Virgen
Antes de 1917, la llamada Cova da Iría era casi desconocida de las gentes de sus alrededores.
María Carreira, de la aldea vecina de la Moita, que había de vivir y morir en la Cova, oyó por primera vez este nombre: cuando su marido le dio cuenta de la conversación con Antonio dos Santos, padre de Lucía, que le había referido la primera aparición.
Un sacerdote, que había permanecido dos años en Fátima (1908 - 1910), escribía más tarde: “He hablado con todos los feligreses, he visitado todos los caseríos y todas las familias; jamás he oído nombrar esta Cova da Iría, de la que habla actualmente todo el mundo. Yo conocía aquel lugar por haber pasado por aquellos parajes, pero ignoraba su nombre, conocido solamente de quienes poseían allí sus tierras”.
Cova significa “cueva, oquedad, hoyo, cavidad, pequeño valle, barranco, hondonada”.
Los naturales de la región dan el nombre de cova a los numerosos hundimientos de tierra que allí se encuentran.
No lejos de la Cova da Iría está la Cova do Chao Barreiro (de arcilla), do Cebolo (de la cebolla), do Pereiro (del peral), das Tormentas (de las tempestades), da Raposa (de la zorra), etc.
Aquella en que apareció nuestra señora lleva el nombre menos vulgar.
Iría es la forma popular del nombre Irena (Irene).
Posiblemente el tal terreno perteneció en otro tiempo a una mujer de este nombre, tal vez una antepasada de Lucía, pues la mayor parte de la Cova pertenecía a su familia y desde muchas generaciones.
Es muy probable que fuese llamada así en honor de santa Irene, heroína de la pureza, nacida y martirizada en Tomar, 20 kilómetros al este de Fátima.
Hija del noble Ermigio y de Eugenia, fue educada bajo la dirección de un tío suyo, el abad Celio, por dos tías suyas religiosas benedictinas.
Siendo todavía niña, hizo voto de consagrarse a Dios. Un joven señor, de nombre Britaldo, de tal modo se enamoró de ella, que no sabía pensar en otra cosa.
Irene consiguió, por fin, hacerle comprender los motivos por los cuales le rehusaba.
Britaldo renunció al objeto de su pasión, pero se negó a pensar en otra mujer.
Un día alguien calumnió a Irene delante de él, que, loco de celos, dio a uno de sus soldados la orden de matarla. Éste la atravesó de una estocada y arrojó su cuerpo al río Nabón; la corriente la arrastró hacia el Tajo.
La leyenda añade que, cerca de la villa de Santarem (santa Irene), el agua se detuvo y en su lecho seco el abad Celio, que buscaba a su sobrina, vio un sarcófago ricamente trabajado.
Lo abrieron y encontraron en él el cuerpo de Irene, resplandeciente de belleza.
Todos los esfuerzos para llevárselos fueron inútiles; sólo pudieron tomar algunas reliquias.
Las aguas, recobrando su curso, cubrieron de nuevo la rica sepultura.
Otra tradición cuenta que la reina santa Isabel, pasando por allí, se arrodilló en la orilla del río y pidió a Dios con gran deseo poder ver la tumba de la joven mártir.
Se repitió el milagro de las aguas, pero nadie consiguió abrir el sarcófago.
Entonces el rey don Dionís mandó levantar el monumento, que existe todavía, con la estatua de la santa bajo una cúpula.
Queremos destacar que la palabra Irene es de origen griego y significa paz.
¿Cuántos peregrinos han encontrado por la penitencia y la oración la paz de su alma en este valle de la paz?
¿Por qué no hemos de esperar obtener una paz duradera para los hombres, mediante este movimiento universal hacia Dios iniciado en Cova da Iría?